miércoles, agosto 31, 2005

Yo elijo SEGUIR VIVIENDO. Revista Glamour. Agosto 2005



Olga Bejano sufre una terrible enfermedad degenerativa. A pesar de ello, ha decidido luchar por la vida. Hoy nos habla de su día a día.

“Cualquier vida es única e irrepetible y tiene tanto valor como otra. Si hubiese una vida sin importancia, ninguna sería importante”. Con estas palabras Olga nos quiere transmitir su razón de ser, el motivo de no tirar la toalla, el porqué lucha contra corriente. Nos recuerda otras vidas que, como ella, luchan y lucharon contra la adversidad.: el astrofísico Stephen Hawking sigue regalando al mundo sus descubrimientos y teorias; el actor Christopher Revé peleó hasta el final de sus días para salir adelante; el Papa Juan Pablo II y tantos otros.

“Mi vida es luchar, sufrir y escribir”, así define su existencia esta joven riojana que desde los 23 años vive en una UCI instalada en su casa. Es tetrapléjica y no puede ver, ni hablar, ni respirar. Su terrible tragedia comenzó cuando a los 12 años la operaron de apendicitis. En la anestesia, por los años 70, se utilizaba un componente, el curare, que fue el detonante de su desgracia. Dañó el bulbo raquídeo y el sistema nervioso central. Sin embargo, hasta los 23 años Olga llevó una vida normal: se enamoró y desenamoró hasta tres veces, practicaba muchos deportes, era creativa y despierta, con un sentido del humor envidiable y facilidad para cantar, bailar, dibujar y escribir. Pero, un día de 1987 su glotis se paralizó y sufrió una parada cardíaca.

“El coma cambió mi vida”, entró en coma profundo y estuvo 5 días clínicamente muerta. “Aunque nadie apostaba por mí, para llevar la contraría, volví a la vida. Cuando entré en coma pasé la experiencia del túnel. Lo recuerdo como lo más maravilloso que me ha pasado nunca, algo que transformo mi vida. Había una luz intensa y blanca y al final un hombre con un manto blanco que me llamaba por mi nombre” .Pero Olga volvió a la vida y lucha día a día contra la enfermedad. “Por supuesto, soy creyente, pero mi fe no tiene nada que ver con mi fuerza. Ésta la consigo gracias a mi carácter, la genética y que soy escorpio.”

A través de Belinda, su enfermera desde hace dos años y medio, se puede hablar con Olga. Para contestarnos traza unos garabatos en un papel que su cuidadora interpreta. Su vida diaria comienza a las ocho de la mañana cuando suena el despertador. Su madre le da la medicación, una dosis de morfina. A las ocho y media desayuna, leche chocolateada con galletas; todo triturado y a través de una jeringa. A las nueve y media le toca la cuña. A las diez en punto llega Belinda. Comienza su aseo personal que dura tres horas. Aquí se incluyen sus ejercicios de rehabilitación, cura de heridas, toma de constantes, administración de más medicación, aspiraciones constantes por boca, y traqueotomía y esterilización de aparatos. Alrededor de la una ya está preparada y comienza su vida social: lee el correo postal y electrónico y contesta a todo el que la escribe, hace llamadas telefónicas, recibe visitas y escribe artículos, cuentos y libros. De estos últimos va por el tercero. Si todo va bien, piensa presentarlo para la primavera del año que viene. Trata de los pasos que ha dado hasta alcanzar la espiritualidad de la que goza hoy. A las dos de la tarde la enfermera la acuesta para evacuar de nuevo; y a las dos y media el almuerzo, como siempre, todo triturado y en jeringa. A esa hora la enfermera se va y deja a Olga descansando. Belinda regresa a las cuatro y media y la vuelve a levantar y a asear. Por la tarde sigue con sus actividades sociales y a las seis le ponen otra dosis de morfina. El resto del tiempo lo emplean en prepararse para ir a la cama. A las siete y media se va la enfermera y Olga se queda con su madre que le da de cenar y le pone la televisión, que apaga a las diez, aunque no se duerme hasta las doce, hora en la que le dan su última dosis de morfina.


“Vivo el presente las 24 horas”, a las cuatro de la mañana ya está de nuevo despierta, pero permanece en la cama rezando y meditando (dedica horas cada día a pensar). Hay que tener en cuenta que Belinda no va los fines de semana y que durante estos días Olga no se mueve de la cama porque su madre sola no puede con ella. Su padre falleció hace dos años, “él hacía el trabajo de dos enfermeras juntas” y su madre no trabaja, por lo que el dinero que entra en la casa es escaso. Viven gracias a la pensión de viudedad, una ayuda familiar y una pequeña pensión de orfandad que no llega a 120 euros. Sólo los edemas para evacuar valen 3 euros y le tienen que poner uno diario.

“Necesito más ayuda. Tenerme en una UCI costaría a la Seguridad Social 21.000 euros al mes, que se ahorran porque estoy en mi casa. Llevo 5 meses esperando al Consejero de Sanidad de La Rioja que ya me ha dicho siete veces -esta semana voy-. Le va a crecer la nariz como a Pinocho”. Los que si la visitan con asiduidad son sus amigos de toda la vida y las madres y hermanos de sus antiguos novios. Ellos se han casado y los tres tienen hijos. También ha hecho nuevos amigos: Nacho Cano, por ejemplo, la ha visitado y Olga guarda de él un grato recuerdo –por su valía y sencillez-.

A pesar de su sufrimiento y su difícil situación. Olga no ha perdido su sentido del humor. Recuerda cómo le contaba su madre que coincidió en el parto con Lola Flores y que ella compartió nido con Rosario. La cantante vivió una situación dramática en la película Hable con ella y ella la está viviendo en la vida real. Desde su cama, manda un mensaje para aquellos que están en su misma situación: “No penséis en el pasado ni en el futuro. Vivid el presente. Yo estoy paralizada de la cabeza a los pies, apenas veo, no puedo hablar, respiro y me alimento de forma artificial... Llevo muchos años así, pero quiero vivir. Así se lo dije también a Ramón Sanpedro pero su forma de pensar era distinta a la mía. Nos carteamos un par de veces, pero él no podía entender cómo quería seguir adelante. Yo le dije que tenía tantas ganas o más que él de irme, pero soy creyente y quiero que Dios decida cuál será mi hora. No seré yo quien tome esa decisión.

“Dios dispondrá mi hora” Sanpedro me respondió que él era una cabeza pensante pegada a un cuerpo muerto y que así no quería seguir. El día que se fue lloré de impotencia, pero me sentí feliz porque había conseguido lo que él quería. Olga ya prepara, como si de su hora se tratara, la presentación de su nuevo libro. Cuando tuvo lugar la del segundo, Alma de Color Salmón, donde hace alusión a la tenacidad de estos peces cuando para desovar nadan contra corriente, se presentó allí en una UCI móvil. El el tercero piensa repetir. Esa vitalidad que emana y ese grito que lanza en contra de la eutanasia, aunque respetando la decisión de cada uno, no han dejado impasible a nadie.



Paloma Sanz