lunes, junio 27, 2005

«Estoy tetrapléjica, pero soy partidaria de luchar, no de huir» Gonzalo de Alvear


«Estoy tetrapléjica, pero soy partidaria de luchar, no de huir»
La autora de Voz de Papel publica en la editorial LibrosLibres su segundo libro, Alma de color salmón, un testimonio desgarradoramente humano y espiritual que habla al corazón. Olga Bejano nació en 1963.

Su infancia fue feliz y se convirtió en una chica guapa llena de talentos artísticos. Era fotógrafa profesional y decoradora de interiores. A los 23 años tuvo una parálisis de glotis y como consecuencia una parada cardiaca por asfixia. Estuvo más de seis minutos clínicamente muerta. Tras cinco días en coma profundo y tener una experiencia cercana a la muerte, volvió a esta vida, pero con su cuerpo muy mermado. - Cuando la enfermedad truncó mi vida decidí que era más positivo crear que llorar. Así, en agosto de 1987 empecé a escribir mi primera obra, “Voz de Papel”, cuyo manuscrito conservo como un tesoro. En el se puede observar claramente cómo va deteriorándose mi letra a medida que avanza la enfermedad.

A finales de 1995 mi “voz de papel” se quebró y ya no podía escribir con una letra legible; así nacieron mis famosos garabatos: escribo apoyando mi mano paralizada en mi pierna derecha y con impulsos de la pierna muevo la mano. El carácter de Olga explica ese arrojo con el que afronta la vida y que podría resumirse en una de sus frases: la depresión me parece una pérdida de tiempo.

- Las estrellas sólo pueden verse en la oscuridad. Por eso, cuando la enfermedad provocó que en mi vida se hiciese de noche, en mi silencio y en mi noche oscura aprendí a mirar al cielo, y descubrí la Luz infinita. Estas palabras escritas por Olga en una de las páginas del libro sintetizan muy bien lo que ella ha logrado plasmar con tanto esfuerzo y sufrimiento: un canto a la Vida y a la Luz.

Olga no teme a la muerte, porque para ella sólo es un tránsito hacia la Vida definitiva y sin sufrimiento. Voz de Papel vio la luz editorial en 1997, diez años después de comenzar a escribirlo. En ella narra, de forma fluida, directa, natural y espontánea, el rosario de experiencias, tanto dolorosas como felices, por el que ha transitado a lo largo de su vida; y lo hace sin acritud, sin amargura, con sentido del humor en muchos casos, aunque también con una sinceridad sobrecogedora. Esta obra le valió, por votación popular, el título de Riojana del Año y que se le concediera la Medalla de Oro de la Rioja, la más alta condecoración del Gobierno de La Rioja.

- ¿Cómo te sientes?- Estoy tetrapléjica, apenas veo, no puedo hablar, me alimento y respiro de manera artificial y dependo de los demás absolutamente para todo. Mi materia está presa pero mis pensamientos y sentimientos son libres. Nadie puede pensar o sentir por mí. En eso y sólo en eso soy libre. No faltan los que opinan que soy un vegetal y que mi vida no tiene valor ni sentido, pero un vegetal que piensa y siente puede ser capaz de escribir y hacer pensar y sentir a los demás. Cada mañana siento que estoy viva, aunque mi cuerpo está paralizado... A pesar de todas esas limitaciones, mi corazón sigue latiendo y sintiendo... Un día más, puedo volver a ver a mis seres queridos, amigos y conocidos. Un día más, tengo la oportunidad de crecer como persona y madurar espiritualmente para ir acercándome más a Dios. Un día más puedo ser lluvia, en vez de ver llover. De mi cabeza sale todas las mañanas una mariposa que va a Cristo, le da un beso de mi parte y le dice: “Me ha dicho Olga que, por favor, seas su Cirineo y a ratitos le cojas la cruz, sobre todo cuando escriba...” Por último, va volando al Espíritu Santo y le pide que me inspire lo que debo pensar, callar y escribir para procurar el bien de todas las almas y el mío propio; sobre todo en días como hoy, en que me cuesta tanto escribir porque físicamente estoy hecha unos zorros.

-¿Qué opinas de la eutanasia?-Vivimos en una sociedad en la que priman el placer y lo material. Todos queremos gozar y ninguno sufrir; pero el sufrimiento y la muerte vienen incluidos en la vida, forman parte de ella. Soy partidaria de luchar, no de “huir”. La eutanasia es una forma de huída y, por tanto, no deja de ser una cobardía. A mi no me parieron cobarde; por eso lucharé hasta el final. Respeto y entiendo a los que se dan por vencidos y no creen en nada; pero yo, cuando llegue “al otro lado”, quiero tener la sensación de llevar mis deberes cumplidos. Para mi todo lo que te quita la paz interior no es bueno. Todo anciano, minusválido o enfermo terminal tiene derecho a una atención digna, centros adecuados, ayudas familiares y económicas y grandes dosis de “cariñoterapia”; pero todo esto equivale a trabajo y a dinero, y es más fácil, cómodo y barato legalizar la eutanasia disfrazándola de ayuda y compasión. Mi caso deja bien claro que la defensa de la eutanasia es más por un tema de dinero que por principios éticos o morales. Al enviarla a casa, al comienzo de su enfermedad, se quería ahorrar los €21.000 mensuales que hubiese costado mantenerla en una UCI. Yo, a pesar de estar muy grave nunca he querido morir, porque tengo amor y espero tenerlo cada vez que lo necesite. La Madre Teresa de Calcuta tenía toda la razón del mundo cuando decía que quien pide la eutanasia es porque no tiene cubiertas sus necesidades, ya sean físicas, materiales o espirituales.

-¿Por qué este título para tu segundo libro?-Una noche tuve un sueño. Una voz me contó cómo los salmones pasan toda su vida nadando contracorriente y es precisamente esa lucha la que les hace tener una carne deliciosa. “Así, a algunas personas, entre las cuales te encuentras tú –me decía-, la vida no os resulta fácil; por el contrario, desde el amanecer hasta el anochecer tenéis que vivir luchando sin interrupción para que no os lleve la corriente. Este esfuerzo tiene una recompensa: a medida que el individuo se supera externamente, su interior va transformándose para bien, y cuando esa persona llega al final de su existencia en esta vida tal vez su alma sea de color salmón... pues el sufrimiento la habrá impregnado de una valor muy especial y muy cotizado”.

- ¿Qué último mensaje te gustaría decir a tus lectores? - Estoy convencida de que sin tanto sufrimiento como estoy teniendo nunca hubiese llegado a tener un crecimiento personal tan importante y una madurez espiritual tan impresionante. A pesar de lo mucho que he sufrido, que estoy sufriendo y sólo Dios sabe lo que me queda por sufrir, me siento un ser afortunado. Por eso quiero despedirme con una estrofa de un poema de Alberto Cortez: Pero sé, bien que sé... Que en mi viaje final escucharé El ambiguo tañir de las campanas Saludando mi adiós, y otra mañana Y otra voz, como yo, con otro acento Cantará a los cuatro vientos... ¡Que suerte he tenido de nacer! Creo que en esta vida ya he hecho todo lo que tenía que hacer, he dicho todo lo que tenía que decir, he escrito todo lo que tenía que escribir y he sufrido más de lo que un ser humano puede sufrir. Sólo me queda esperar a que Papá Dios opine igual y me lleve con Él y con todos los que me están esperando. Gonzalo de Alvear