martes, febrero 07, 2006

Sólo el que sufre sabe entender el sufrimiento. La Rioja.com


La riojana Olga Bejano, enferma desde hace años, aporta un cuento a un libro de 'Menudos Corazones'

"Los niños que estáis enfermos sois igual que los salmones que nadan a contracorriente. Esa lucha es la que les hace tener la carne más bonita, de color salmón. Y a vosotros, la lucha contra la enfermedad hace que vuestra alma se vuelva de color salmón. ¿Adelante salmoncitos, no dejéis de luchar y de pedirle a Papá Dios que os ayude!". Así finaliza La fuerza del alma, el cuento con el que la riojana Olga Bejano participa en Cuentos con corazón, un libro de 'Menudos Corazones', Fundación de Ayuda a los Niños con Problemas de Corazón, que ha editado Ediciones B.


Olga Bejano participa en esta iniciativa junto a rostros de lo más populares. Firman cuentos desde Cristina de Borbón a Belén Rueda, de Covadonga O´Shea a Ana García Siñériz, de Catalina de Hasburgo a Rita Irasema. Su relación con la vicepresidenta de la Fundación Menudos Corazones, María Tarruella de Oriol, la llevó a colaborar. Cuando le plantearon la posibilidad de escribir, dijo inmediatamente que sí. Pero el texto urgía. No tenía más de un par de días para prepararlo. Y su salud pasaba por un momento fatal por los efectos de una neumonía. A ello se sumaba el cambio de enfermera que afrontaba tras varios años con la misma. «Así que este cuento lo hice a la velocidad de la luz. Y para el poco tiempo que tuve y las condiciones físicas tan delicadas, por lo que me dicen en la fundación, son muchas las personas que están llamando para preguntar quién es Olga Bejano», indica ella misma.


Que sepan luchar

El cuento, del que ha cedido los derechos, lo mismo que los demás autores, recrea una experiencia de su niñez. Un día de visita familiar al campo, encontró un nido y ayudó a la última cría a romper el cascarón. A continuación, la madre la rechazó. «Como tú le has evitado ese trabajo, ahora no puede abrir sus alas y como su madre sabe que no será capaz de sobrevivir, por eso la ha tirado del nido. ( ) Los padres tienen el deber y la obligación de cuidar y educar a sus hijos lo mejor posible. ( ) A los niños hay que enseñarles que, cuando tengan un problema, sepan buscar la solución y luchar», le explicó su abuela en aquel momento.

«Sólo el que sufre sabe entender el sufrimiento», apunta también Olga para explicar ese último párrafo con el que cierra su cuento. Sabe tanto de sufrimiento El día de esta entrevista, Olga sigue tetrapléjica en su silla de ruedas -lleva así años y años-, tiene un respirador conectado y dos costillas rotas. Viene de pasar, en Navidad, una afección pulmonar que ha estado a punto de llevarla a la muerte en tres ocasiones. Se comunica gracias a las palabras que esboza en su cuaderno y que su enfermera Melisa interpreta con habilidad.

«Otra persona, en mi situación, estaría en la cama, pero yo odio la cama y no me gusta pensar en lo que tengo encima. Todos los días me levanta la enfermera a la silla y no paro de hacer cosas para separar mi cuerpo de mi alma. Si no, esto sería imposible de soportar».



La vida que se rompió

Todo comenzó cuando, a los doce años, fue operada de apendicitis. No volvió a ser la misma, pese a que en los años siguientes pudo completar sus estudios, viajar, trabajar, enamorarse A los 23 años, «la vida se me rompió». En su casa, su habitación reúne los dispositivos necesarios para su cuidado. Es una enferma de UCI, pero no podría vivir en un hospital. Ha hecho cálculos. En un centro hospitalario su atención costaría casi 26.000 euros al mes. En los casi veinte años que lleva así, la factura sobrepasaría los mil millones de pesetas.

«Por muchísimo menos podría tener en mi domicilio la asistencia permanente de profesionales de enfermería que necesito». Cuenta con una enfermera durante siete horas y media de cada día laborable, pero desde el fallecimiento de su padre, su madre y ella se han visto en situaciones límite que casi siempre ocurren cuando no tienen ayuda. Preocupada por la salud de su madre, Olga aspira a conseguir la atención especializada que necesita para estar atendida las 24 horas, incluidos fines de semana y festivos.

Estas inquietudes han hecho variar sus prioridades. Hasta ahora, la primera era su tercer libro, prácticamente finalizado y en el que muestra su «madurez espiritual». De hecho, su corrector, Jesús Bonet, sacerdote, psicólogo y profesor, ya lo ha leído. «Pero mi vida va cambiando. Han sucedido cosas muy importantes que debo contar. Tengo que variar cinco capítulos y sólo Dios sabe si lo terminaré, cuándo y cómo se titulará».

«Cuando vi la lista de personas que habían participado -en los 'Cuentos con corazón'- me dije para mis adentros 'hija de mi vida, tú que pintas entre tanta pata negra' y luego me dije 'qué leches, tú tienes tratamiento de ilustrísima -por la Medalla de La Rioja que le fue otorgada- y estás dejando bien alto el pabellón de La Rioja'», señala.